Arnobio de Sicca, Adversus nationes. En pugna contra los gentiles, traducción, introducción y notas de Clara Castroviejo Bolíbar, B.A.C., Madrid, 2003.

ArnobioPortada

 

“PLAGIO. Se dice que originalmente esta palabra viene del latín “plaga” y que significa la condenación por flagelación de aquellos que vendían hombres libres como esclavos. Esto no tiene nada en común con el plagio de los autores, que no venden hombres, ni esclavos ni libres. Tan sólo se venden ellos mismos, a veces, por un poco de dinero”.

            Voltaire, Dictionnaire philosophique, s. v. Plagiat.

Hablando de un anónimo poeta conocido de Quintiano que recitaba los versos de Marco Valerio Marcial, el bilbilitano no dudaba en poner al secuestrador (plagiario) de sus poemas, sus hijos literarios, en su justo lugar como un tirano que oprime y retiene a los que otrora fueran por él liberados (manu... missosEp. I. 52). Con tan bella metáfora confiaba Marcial en que, si el latrocinio se revelaba terque quaterque, el villano literario sería justamente castigado con el peso de la vergüenza. Pero el caso particular de las letras hispánicas nos demuestra cuán serviles a este contubernio han sido y son estos plagiarios de la filosofía, etiam atque etiam. Basten al lector, como paradigma de esta costumbre hispánica, un par de ejemplo, tan silenciosamente conocidos como ignorados: la edición de las obras de Platón de Patricio de Azcárate (1871-1872), algunos de cuyos volúmenes han sido reeditados más de treinta veces, por ejemplo, por Miguel Candel en 1995, 2002 y 2012 (La República, o, El Estado) y por Francesc Lluís Cardona, también en 2012 (La República), traduce, como el mismo autor reconoce en el primer volumen de su obra, a partir de la edición francesa de Saisset sus introducciones y notas a pie de página. Al igual que en 1874 con la Metafísica de Aristóteles (nuevamente «actualizada», por ejemplo, en la edición de Miguel Candel de 2013) y, casi un siglo después, el equipo multidisciplinar de la editorial Iberia, presentándonos una “versión establecida a la vista de los textos más autorizados, con prólogo y notas por Enrique Palau” y otra “versión establecida y anotada por Rosario Blanquez Augier y Juan F. Torres Samsó; con unas notas prologales de Emiliano M. Aguilera” (sobre cuya filiación francesa véase la edición de la Metafísica de García Yebra, Gredos, Madrid, 1990, pp. xxii-xxvii).

Pero estos fraudes y engaños al lector español no se acaban aquí, como bien se encargan de demostrar las recientes traducciones de la obra de autores tan importantes como Diógenes Laercio (a cargo de Luis-Andrés Bredlow) o Friedrich Nietzsche (a cargo de Diego Sánchez Meca). La diferencia estriba en que, ante el retroceso del francés en las aulas de secundaria, estos «nuevos académicos» se deciden a plagiar –total, parcial o escuetamente– sus proyectos subvencionados con dinero público a partir de lenguas más cercanas a Cervantes, como es el caso del italiano, o a partir de la nueva lingua franca, es decir, del inglés. Tal es el caso de la traducción que nos ocupa, la obra del retórico Arnobio de Sicca, Adversus nationes (Contra paganos o, como aquí se traduce, En pugna con los gentiles), publicada por la prestigiosa editorial Biblioteca de Autores Cristianos y con una “traducción, introducción y notas” (como Azcárate, no se dice a partir de qué texto o idioma) a cargo de Clara Castroviejo Bolíbar.

La obra cuenta con una breve introducción que sitúa históricamente el objeto de estudio y, tras tratar muy escuetamente la personalidad de Arnobio –una figura de la que muy poco sabemos más allá de seis menciones en San Jerónimo–, refiere con igual fugacidad las fuentes y contenido del texto en cuestión. Parte de este laconismo es justificado así por la autora: “Arnobio, nombre cuya raíz helénica no vale la pena discutir como se han entretenido en hacer algunos eruditos” (p. 16), rehuyendo de esta forma la tediosa tarea de proporcionar una contextualización biográfica relevante como, por ejemplo, realiza McCracken en su voluminosa traducción de 1949 (valgan como comparación las siguientes cifras: dos volúmenes y más de 400 notas sólo en su introducción, frente a las 122 de Castroviejo). Sigue con ello de cerca, tanto en su forma como en su estilo, la introducción de Henri Le Bonniec a su edición francesa de Les Belles Lettres (en tres volúmenes), aunque sin llegar a poder ser considerado un plagio de la misma.

Sin embargo, no puede afirmarse lo mismo con respecto a lo que a continuación se presenta al lector hispanohablante: tanto el apartado final de la bibliografía (Ediciones) como un porcentaje más que importante de las notas del texto traducen verbatim la anotación de McCracken (en concreto, de las 52 primeras notas del Libro I examinadas, 41 han sido copiadas de la edición inglesa y cuatro de la francesa, restando únicamente siete anotaciones originales, dos de las cuales se basan en la traducción francesa del texto). Compárense, por ejemplo, los siguientes extractos de las notas de la edición española:

11 Cf. II, 71; VII, 9.38.39.44.

12 La inserción de Marchesi terras, en esta frase parece innecesaria.

13 Ni Platón ni Tertuliano (Apol. 40.4; Nat. 1,9), que refieren la destrucción de la Atlántida, mencionan a Neptuno. Puede ser que, en la estimación de Arnobio, la palabra no tenga más alcance que el querer decir que la Atlántida estaba fuera, en el océano.

14 Esta guerra de Asiria (bajo Nino), con Bactria (bajo un rey llamado por algunos escritores Zoroastro), fue descrita en una obra desaparecida por el historiador Ctesias, que Arnobio ciertamente conoció, por lo menos de segunda mano: cf. I, 52; Pauly-Wissowa, R. E., XI, 2032ss.

Con su correspondiente inglés:

28 Cf. also 2.71, 7.9, 7.38, 7.39 and 7.44.

29 Marchesi’s insertion of <terras> in this sentence seems unnecessary. For description of the plague at Athens in 438 B.C., see Thucydides 2.47-52; Lucretius 6.1138-286 and Bailey ad. loc.: Eusebius, Hist. eccl. 9.8.

[...]

40 Neither Plato nor Tertullian (Apol. 40.4; Ad nat. 1.9), who refers to the destruction of Atlantis, mentions Neptune in this connection, and it may be that in Arnobius’ estimation the word has no more than to say that Atlantis was out in the ocean.

41 This war of Assyria under Ninus with Bactria under a king called by some writers “Zoroaster,” was described in a lost work of the historian Ctesias which Arnobius certainly knew, at least second-hand (cf. 1.52), the history of the Assyrian Empire. [...] See F. Jacoby, “Ktesias,” RE 11 (1922) 2032-73; [...].

O la nota 52 de la edición española:

Vel ipsius vocis sono quo utimur in precibus. Festugière nos recuerda que los antiguos rezaban en voz alta. Salvo casos excepcionales, la plegaria en voz baja era característica sólo de los magos (cf. Apuleyo, Apol. 54: Tacitas preces in templo dies allegasti, igitur magus es).

Con su equivalente francesa (p. 258):

uel ipsius uocis sono quo utimur in precibus: A. J. Festugière, Arnobiana, nous rappelle  que normalement les anciens priaient à haute voix; [...] Sauf cas exceptionnels, la prière à voix basse caractérise les magiciens : Tacitas preces in templo dies allegasti: igitur magus es (Apul., Apol. 54).

Como el lector puede comprobar, Castroviejo no sólo elimina un buen número de notas que, aparentemente, el lector español no merece conocer, a la par que reduce otras para evitar el pernicioso exceso de información, sino que además erra contundentemente en diversas ocasiones al aportar o copiar sus fuentes de forma incorrecta: así, citar una obra como “VII, 9.38.39.44” es filológicamente incorrecto, a no ser que haya cuatro subdivisiones (lo correcto sería, por ejemplo,  “VII.9, 38, 39, 44”); o el artículo mencionado de la Real-Enzyklopädie, al cual se le cambia su autor (Felix Jacoby) por sus editores (August F. Pauly y Georg Wissowa). Los ejemplos son abundantes: en la nota 37 al Libro I, el número de página de la obra de Rapisarda (citado en la edición francesa en su nota equivalente) es 164, no 64, y la nota 78 al Libro II, que se refiere al pasaje de Arnobio en III, 49 es igualmente errónea, pues el Libro III se compone únicamente de 44 epígrafes. Hay que destacar también su completa ignorancia de la tradición clásica, que resultaría absolutamente sorprendente incluso al lector profano pero mínimamente culto: Platón no habla de Neptuno, simplemente, porque Neptuno es la versión latina del dios griego Poseidón, del cual sí habla Platón en el pasaje en cuestión, tal y como corrige Le Bonniec en la p. 214 de su edición francesa (que aquí, suponemos, Castroviejo ignoró).

Por lo que a la traducción respecta, aunque no puede decirse que no se haya tenido en cuenta el texto latino en algún momento, es en gran medida el resultado de una colación entre la traducción inglesa de McCracken y la edición francesa de Le Bonniec, a la que la autora otorga –acertadamente– preferencia. Un ejemplo de esta filiación lo podemos observar nada más dar comienzo el Libro I:

I. 2. Inspiciamus igitur opinionis istius mentem et hoc quod dicitur quale sit summotisque omnibus contentionum studiis, quibus obscurari et contegi contemplatio rerum solet, an sit istud quod dicitur uerum, momentorum parium examinatione pendamus.

Examinons donc l’esprit de cette opinion et la nature de ces propos; renonçant â toute passion polémique qui obscurcit et brouille toujours l’examen des faits, pesons la vérité de ces dires en étudiant la valeur respective des arguments opposés.

Examinemos, pues, el sentido de esta creencia, la naturaleza de esta opinión, y, una vez alejada toda pasión por la polémica con la cual el examen de los hechos suele quedar oscurecido y oculto, juzguemos si lo que se dice es verdadero sopesando los argumentos opuestos.

“opinionis istius mentem” es, simplemente, “el sentido de esta opinión”, y la reduplicación de la frase, “el sentido de esta creencia, la naturaleza de esta opinión”, no se encuentra ni en el texto latino ni en la traducción inglesa, en la que leemos “Let us therefore examine the precise significance of the belief they hold, having laid aside entirely the spirit of contention which usually confuses or glosses over the consideration of facts [...]”. Es, tanto aquí como en muchos otros pasajes, un calco directo del francés y un desliz resultado de no haber tenido presente el texto original en latín.

Resulta, pues, cuanto menos sorprendente, que una editorial del prestigio y la larga tradición de Biblioteca de Autores Cristianos (que celebró hace poco más de dos meses su setenta aniversario) haya permitido que se publique en su acervo bibliográfico los frutos del tan poco cristiano hábito del hurto y la rapiña intelectuales, aún más si cabe, cuando éste se ha llevado a cabo de una forma tan deficiente. Teniendo en cuenta los recursos, tanto económicos como especialmente académicos y editoriales, con los que cuenta nuestro país, es una vergüenza que la Universidad sirva únicamente como campo de patrocinio para la mediocridad de unos profesores cuyo único objetivo parece ser el lucro y la promoción personal a través de la creación de un público lector servil, carente de espíritu crítico y desmerecedor de cualquier tipo de respeto, como se desprende de sus mezquinas y despreciables actuaciones. Tal vez sea útil recordar aquí las palabras de Ausonio al plagiario de versos Teón, a quien equipara con la diosa del latrocinio:

Hic est ille Theon poeta falsus,
bonorum mala carminum Laverna
[Éste es aquel falso poeta Teón,
la mala Laverna de buenos versos]
(Ausonio, Epist., XIV, 104).
 
César Guarde