Anotaciones marginales sobre las fuentes de la traducción de La República por Patricio de Azcárate y su nueva reedición de la mano del profesor Miguel Candel.

 

 

En el primer volumen de las Obras completas de Platón (Madrid, 1971, p. xiv), Patricio de Azcárate dice lo siguiente sobre su traducción:

 

 A partir ello, el Dr. Miguel Candel, en su reedición de La República de Patricio de Azcárate (Espasa Calpe, Madrid, 1995, reed. 2012, p. 51) afirma que

El primer problema aquí es la fecha: aunque no se diga explícitamente, la edición Bipontina se publicó entre 1781 y 1787, en 11 volúmenes, siendo los volúmenes sexto y séptimo, correspondientes a la La República, publicados en 1784 y 1785. La fecha de 1786 que ofrece el profesor Candel es, por tanto, errónea. En lo que respecta a la traducción, de Azcárate no dice haberse ayudado de la edición de Cousin (que, nuevamente, no se publicó en 1840, sino entre 1822 y 1839, siendo los dos volúmenes dedicados a La Republica de 1833-1834), sino de las dos traducciones francesas más autorizadas: Cousin y Chauvet-Saisset. Como la siguiente comparación demuestra, Chauvet-Saisset fue su fuente más importante, especialmente en lo que respecta a la introducción a los diálogos y las notas:

 

          

 

Independientemente de que de Azcárate tuviese frente a él el texto griego de la Bipontina, como afirma el Dr. Candel, de poco podría haberle servido dada su ignorancia de la lengua griega. Compárese, por ejemplo, el famoso comienzo de La República en sus versiones greco-latina (Stephanus/Ficino, ed. Bipontina) y francesa (Cousin/Chauvet-Saisset):

 

Resulta evidente que, en todas sus versiones, el texto debería rezar “Descendí ayer”, y no, como traduce de Azcárate, “Fuí ayer”, tanto más cuando el verbo latino y francés no ofrecen lugar a dudas. Pero pequeños detalles como “para dirigir mis oraciones á la diosa” muestran la fuente de esta traducción más allá de toda duda: la versión de Ficino, de la que pretendidamente tradujo de Azcárate, lee únicamente “ut & deam precarer” (“y para orar a la diosa”, traducción verbatim del griego, en donde no hay pronombre alguno). Cousin, en quien se habría inspirado según el profesor Candel, lee, sin embargo, algo más cercano a la traducción española: “pour faire notre prière à la déesse” (“para dirigir nuestras oraciones a la diosa”). Es, no obstante, la edición de Chauvet-Saisset la más próxima a la de Azcárate: “pour faire ma prière à la désse” (“para dirigir mis oraciones a la diosa”).

Esta filiación francesa ya fue vista por Pabón-Galiano en su excelente edición de La República, en donde además los catedráticos sentencian “que apenas proporciona una leve idea del original helénico.  [...] La versión de Azcárate no es, pues, el ideal de un platonista español; pero esto no ha obstado para que haya sido reproducida también varias veces [...] sin el menor retoque ni concesión al movimiento filológico y filosófico de los últimos setenta años” (Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1981, p. cxxxviii).

            ¿Es necesario, pues, especialmente teniendo a nuestra disposición la traducción de Gredos de las obras de Platón y la excelente edición de Pabón-Galiano, reeditar a estas alturas la tan deficiente traducción realizada a partir del francés por de Azcárate? Si la curiosidad histórica, o la importancia filosófica dentro del panorama hispanohablante, podrían servir de excusa para reeditar póstumamente a de Azcárate, la presente edición comentada a cargo del Dr. Miguel Candel va más allá, puesto que, a pesar de realizar innumerables correcciones al texto, como él mismo afirma, “hemos obtenido una versión que, aunque de escaso paralelismo sintáctico con el original griego, mantiene, empero, un grado suficiente de fidelidad conceptual”. Y añade: “Más apta, pues, para estudiantes de filosofía que de filología”. No lo dudamos, si tenemos en cuenta el estado actual de las facultades de Filosofía en territorio español y que él mismo es profesor en una de ellas. Mas por si esto no fuera suficiente, sólo hay que añadir la «finura» a la hora de citar la fuente utilizada para realizar estas “correcciones”, la cual nos ayuda a comprender por qué no se encuentra ninguna universidad española entre las 200 mejores del mundo:

 

 

Sin entrar en consideraciones sobre la edición de Pabón-Galiano ni las preferencias gastronómicas del Dr. Candel, ni el Parisinus 1807 ni el Vindobonensis 55 son códices, sino manuscritos. A su vez, el manuscrito Vindobonensis 55 debería ser correctamente citado como Vindobonensis 54 (véase, por ejemplo, G.J. Boter, The Textual Tradition of Plato’s Republic, Brill, Leiden, 1986 (Diss.), 1989, pp. 62-64). Que éste proceda de un manuscrito más antiguo que el Parisinus 1807 (pero no “de una familia más antigua”, pues el Vindobonensis 54 constituye una de las tres familias principales de manuscritos de La República) no significa absolutamente nada, puesto que el primero procede igualmente de un ejemplar más antiguo. La importancia de las líneas de tradición textual no se establece a partir de la fecha de producción o copia, sino de las divergencias entre manuscritos. El Malatestianus, por su parte, debe datarse en el s. XV, no en el s. XII, dado que es una copia de otro manuscrito de los ss. XIV-XV (el Florentinus Laurentianus 59,1 (10)) y de un ejemplar intermedio entre éste y el Parisinus 1807, como demuestran tanto Boter como su discípulo Jonkers (íbid., p. 27). No se trata, pues, de un testimonio primario, como pensaba Burnet –pero no Adam–, ya que en última instancia pertenece a la misma familia que el Parisinus 1807 y no aporta nada al establecimiento del texto griego a partir del cual se corrige. Si bien en el momento en el que el profesor Candel realiza su primera reedición de La República Slings no había publicado todavía su edición crítica revisada a partir de los descubrimientos realizados por Boter, las deficiencias del aparato crítico de Burnet eran ya por entonces de sobra conocidas en los círculos académicos (por ejemplo, íbid., p. 15). Su bibliografía, no obstante, ignora doctamente este dato.

 César Guarde