Javier Alcoriza. Dostoyevski y su influencia en la cultura europea, Editorial Verbum, Madrid, 2005.
Para hacer justicia a la publicación que aquí presentamos, conviene recordar el fuerte revés que la investigación filosófica en torno a Fiodor M. Dostoievski sufrió al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Esta fractura tuvo su origen en el «uso» que del escritor ruso hicieron, por un lado, los nacionalsocialistas y, por el otro, los comunistas, quienes le marginaron de los libros de texto y de los focos de investigación por su carácter «reaccionario». De esta manera, aquellos que se dedicaron posteriormente al escritor ruso casi se vieron obligados a hacerlo desde un punto de vista básicamente filológico (Rusia) o metafísico-religioso (Europa). Estas líneas de investigación, salvo honrosas excepciones, han sido desde entonces las dominantes en el ámbito de los estudios dostoievskianos. Por esta razón, la aparición de una obra sobre Dostoievski de manos de un filósofo y, sobre todo de un filósofo español, constituye una alegría digna de ser celebrada. De ahí que saludemos con entusiasmo la publicación de Javier Alcoriza Dostoyevski y su influencia en la cultura europea, ganadora del premio de ensayo en castellano Juan Gil-Albert – Premios literarios «Ciutat de València» 2001.
Javier Alcoriza, filósofo valenciano y excodirector de la revista cultural La Torre del Virrey, ofrece en este estudio un examen de la obra de Dostoievski con la intención de exponer los puntos básicos de su novelística para delinear a continuación una breve, pero sustancial historia de su recepción en algunos de los personajes más significativos de la cultura europea de finales del siglo XIX y principios del XX.
Dividido en seis secciones, en la primera parte de este estudio (pp. 15-23) Alcoriza lleva a cabo un reconocimiento a la gran tarea que, como traductor, realizó a principios del siglo XX Rafael Cansinos Assens. Aquí no sólo se reconoce su ingente labor de verter a nuestro idioma la obra completa del escritor ruso, sino que también se expone y se discute la interpretación que de Dostoievski realizó el prestigioso traductor. Esta admiración por Cansinos Assens se refleja en el trabajo de Alcoriza en el hecho de que cita, adaptando su nomenclatura, las obras del escritor ruso a partir de su versión de los años 30.
Partiendo de la premisa de que es necesario «antes de examinar las líneas de influencia, detenerse a conocer su obra en el ámbito de los años de aprendizaje y andanzas, y comprobar cómo se apodera de sus novelas la discusión ideológica» (p. 25), Alcoriza lleva a cabo en la segunda parte (pp. 25-49) un examen de las obras más significativas de Dostoievski, para adentrarse a continuación en la realización de su perfil ideológico. Este breve repaso de la novelística de Dostoievski es útil para comprender cómo concibe Alcoriza al escritor ruso y para saber qué obras son aquéllas a partir de las cuales elaborará su propia interpretación. Así, observamos cómo de la mano de la conocida y monumental biografía de Joseph Frank y de las indicaciones que ofrece Cansinos Assens, Alcoriza lleva a cabo un análisis de obras tan significativas como Pobres gentes, Memorias del subsuelo, Humillados y ofendidos, Memoria de la casa muerta, el importante ensayo ideológico Notas de invierno sobre impresiones de verano, Crimen y castigo, El idiota, Los demonios, El adolescente y Los hermanos Karamázov, novela a la cual le dedica desgraciadamente muy pocas líneas.
En la tercera parte (pp. 51-55), el filósofo valenciano realiza un breve repaso de la postura política de Dostoievski, así como de su concepción del mundo, destacando con especial énfasis la «interpretación histórico-apocalíptica» que el escritor ruso realizó de las relaciones de la Iglesia católica con el poder político en Occidente. Esta concepción de la historia europea se traducirá en un anti-catolicismo visceral por parte de Dostoievski, quien verá como única solución posible al problema moral y religioso de Europa la necesidad de una purificación a través del cristianismo ortodoxo.
Es justamente el reconocimiento de la importancia del cristianismo en el pensamiento de Dostoievski lo que llevará a Javier Alcoriza a realizar, en el apartado cuarto de su estudio (pp. 57-60), el perfil del escritor ruso a través de las distintas fases vitales por las cuales pasó su fe cristiana. De esta manera, señalará cómo ya desde su más temprana infancia conoció el Evangelio y cómo posteriormente, durante su periodo «liberal», esta enseñanza fue moderadamente perdiéndose. Será precisamente la experiencia en el presidio siberiano la que le permitirá descubrir a Dostoievski la falsedad de las doctrinas progresistas europeas y ver la solución a la crisis europea en un cristianismo ortodoxo que creerá encontrar en su manera más pura en el corazón del muzhik ruso.
En el apartado quinto (pp. 61-94), que constituye propiamente la parte más importante del libro y que lleva el elocuente título de «Fascinación de Dostoyevski», es donde el filósofo Javier Alcoriza realiza la historia de esta «fascinación» en la cultura europea a través de toda una serie de autores representativos de finales del siglo XIX y principios del XX. El primero con el que se enfrenta es con el pensador alemán Friedrich Nietzsche, de quien Alcoriza destaca las semejanzas, pero también sus irreductibles diferencias con el escritor ruso que se pueden extraer de los comentarios y anotaciones que el filósofo realizó a partir de su lectura. Del ámbito alemán, Alcoriza pasa a continuación al francés con la importantísima figura de André Gide, a quien debemos, como muy bien indica Alcoriza, «en gran medida, la divulgación de la obra de Dostoyevski en Francia y en Europa» (p. 65). En efecto, la figura de Gide sirve de contrapunto a Eugène-Melchior de Vogüé, quien a través de sus artículos aparecidos en La revue des deux mondes (y que serían posteriormente recogidos en 1886 en Le roman russe), había difundido entre la capa culta europea una imagen completamente negativa del escritor ruso, lo cual provocó que fuera relegado a un segundo plano a favor de autores más agradables al gusto «europeo» como Iván Turgueniev o León Tolstoi.
A continuación, Alcoriza analiza la figura de Hermann Hesse y su interpretación apocalíptica de Dostoievski. En efecto, para el escritor alemán, Dostoievski era el representante de la decadencia europea (en una línea semejante al filósofo hoy casi totalmente olvidado Oswald Spengler) al mismo tiempo que su solución, la cual se vería expuesta en su obra cumbre Los hermanos Karamázov (de ahí justamente el título de su más conocido ensayo «Los hermanos Karamázov o la decadencia de Europa»). Stefan Zweig, por otro lado, ofrecería, según Alcoriza, una de las mejores introducciones a la obra y al pensamiento de Dostoievski, como se deduce del ensayo que Zweig dedicó al escritor ruso en su obra Tres maestros.
A continuación, el filósofo valenciano se centra en Georg Lukács, autor marxista, conocido principalmente por su manual sobre los enemigos de la izquierda europea El asalto a la razón. Alcoriza, sin embargo, no analiza esta obra tardía, sino los primeros escritos de carácter literario del autor húngaro en los cuales mostraba su admiración por el escritor ruso. Esta admiración por Dostoievski se encuentra reflejada en los apuntes que Lukács tenía destinados para la publicación de una obra en torno al escritor ruso que desafortunadamente no vio la luz, conservándose, no obstante, toda una serie de anotaciones que constituyen la base principal sobre la cual nuestro autor lleva a cabo la exposición de la imagen lukasiana de Dostoievski.[1] En este aspecto, el filósofo valenciano destaca el carácter revolucionario de la interpretación del escritor ruso por parte de Lukács, intentando explicar el sentido de sus palabras, cuando afirmaba que «Dostoyevski no ha escrito novelas» y que su posición histórica no se hallaba en el siglo XIX, sino en el momento actual. En este contexto, Dostoievski es para Lukács la clave de interpretación y la solución a la situación histórica en la que se encontraba la Europa burguesa de principios del siglo XX.
Como contrapunto a esta lectura lukasiana de Dostoievski, aparece la obra de N. Berdiaev. Desengañado por los acontecimientos revolucionarios de 1917, que le llevaron a replantearse sus principios políticos y filosóficos, Berdiaev proclama a Dostoievski como el profeta no sólo de la Revolución Rusa, sino también de la regeneración religiosa de Occidente. Alcoriza, apoyándose en unos de los escritos principales del filósofo ruso, Una nueva Edad Media. Reflexiones acerca de los destinos de Rusia y Europa, analiza el papel histórico que juega Dostoievski para Berdiaev en la historia europea. Esta interpretación constituirá para Alcoriza el paradigma claro de la visión «retrógrada» del escritor ruso a principios del siglo XX y que tanta fortuna tendría posteriormente tanto en Rusia como en Alemania.
Finalmente, Javier Alcoriza se ocupa de la lectura que Sigmund Freud hizo de Dostoievski y que se vería expuesta principalmente en el ensayo que bajo el título de «Dostoievski y el parricidio» redactó y publicó el psiquiatra austríaco como prólogo a la edición alemana de los fragmentos inéditos preparativos para Los hermanos Karamázov. Este texto, que constituye el primer intento de un estudio psicoanalítico de la figura del escritor ruso, le permite a Alcoriza poder afirmar que el éxito de su crítica no es científico, sino «moral», siendo uno de los méritos de Freud el exponer de forma clara en el escritor ruso la necesidad de «apurar el sentido de la relación entre la literatura y la cultura» (p. 94).
Es precisamente a esta tarea a la que se dedicará el filósofo valenciano en la última sección de esta obra que lleva por título «Literatura y cultura» (pp. 95-104). Aquí, destacando la apropiación dostoievskiana tanto por parte de «filocomunistas» como de «conservadores», Alcoriza se plantea la cuestión de «hasta qué punto está abierto el proceso de recepción del novelista ruso en la literatura, en caso de que, como parece, esté cerrado en el de la filosofía y en el de su proyección política» (p. 96). Para ello Alcoriza se valdrá de las principales tesis de los pensadores hasta el momento analizados, completándose esta exposición con una visión negativa del escritor ruso a través del polaco Joseph Conrad. En efecto, Conrad, en su obra Bajo la mirada de Occidente, pretende acabar, como bien señala Alcoriza, «con la fascinación occidental por las invitaciones e insinuaciones de la mística rusa» (p. 102), creando con ello el contrapunto necesario para una interpretación más «equilibrada» y «objetiva» de la vida y de la obra de F. M. Dostoievski.
Con estas meditaciones que pretenden templar la histórica fascinación por Dostoievski por parte de los europeos finaliza, pues, una obra que constituye un estudio digno de ser leído con atención y que invita al lector no sólo a conocer mejor la obra de Dostoievski, sino también la de sus primeros lectores, quienes, con sus textos, crearon toda una serie de líneas interpretativas que configuran la historia de su recepción a principios del siglo XX tanto en Europa como en Rusia. Asimismo, estos autores nos ayudan a entender varias de las interpretaciones «modernas» de Dostoievski y nos dan la respuesta al por qué y cómo se ha olvidado el profundo aspecto político y filosófico de su obra a favor de una interpretación de carácter menos «polémico» y más adecuado, en el fondo, a una época en la cual la lucha de valores ha dejado de tener sentido.
Jordi Morillas
Coordinador Regional para España de la International Dostoevsky Society
[1] Véase G. Lukács, Dostoyevski, trad. de J. Alcoriza y A. Lastra, Biblioteca de caracteres literarios, Leserwelt, Murcia, 2000.